29 de agosto de 2010

Quinta Crónica de "Un viaje a Corea", por Juan Nogueira

Quinta Crónica de “Un viaje a Corea”
- Cuarto día en Corea -
Juan Nogueira López
para el blog
“Corea Socialista”
La venganza se sirve en frío, o en este caso, en plato de arroz frío. Entre ayer y hoy he comprobado que mi incansable lucha contra las frituras, los empachos y la guindilla será larga. Pero eso no me desanima.
Las camareras son conscientes de que la guerra está servida. De hecho, cuando llegué a la comida, estaban haciendo un cierto corrillo y dejaron de hablar al verme. Me miraban con cierta sonrisa de medio lado. El ataque estaba listo: veréis, en Corea existe un hilo rojo que se desprende de algún vegetal desconocido para mí. Ese hilo tiene un color similar al del kimchi, aunque no sé si guarda alguna relación. ¡Pues bien! Ese hilillo estaba en hasta tres de los platos que me sirvieron a la comida. ¡Mi boca ardía!
Recurrí al antiguo ejemplo de la camarada Lara, heroína del fideo frío: apartarlos uno a uno. ¡Y cómo se esconden los condenados! Suerte que ya tengo habilidad con los palillos.
Para completar la comida, ternera picante y sopa picante.
En cualquier caso, el contraataque de la cocina ya llegó ayer. Hay que reconocer que tanto los camareros como las camareras del restaurante son tremendamente agradables. Pero hay una camarera que, sin dejar de ser agradable, tiene siempre un gesto de “¡tú toréame y verás!”.
Pues ayer, fue con ella con quién tuve que tratar los platos que deseaba tomar y los que no. Y, por supuesto, no me dio opción. Su estrategia fue sencilla: trajo de golpe en una bandeja todos los platos. ¡O eso creía yo! Después, como recompensa a habérmelos tomado sin rechistar, me trajo un plato de ternera sin picante de regalo y un helado. ¡La Fritanga, como si de un Dios se tratase, es un enemigo formidable, que aprieta, pero no asfixia!
En fin, bromas aparte, hoy la clase se me hizo larga, quizás por el cansancio acumulado. Tratamos las líneas maestras del desarrollo del socialismo en Corea, en el ámbito ideológico, económico, político y militar.
No extendimos algo más en el ámbito económico, debido a la gran actualidad de algunos asuntos.
En la última semana se han terminado dos grandes construcciones. La primera de ellas es la culminación del proyecto Taegyedo de diques marinos, para quitar territorio al mar y crear nuevos campos de cultivo. En total, el largo de los diques construidos en Taegyedo supera los 14 Km., convirtiéndose en el mayor de estos proyectos en Corea.
Además, se ha terminado la Presa de Kumyagang, una gran presa en la zona Oriental.
La importancia de estos dos proyectos se entiende comprendiendo una premisa: Corea es un país que trata de basar su economía en la idea de autosuficiencia. Esto no es negarse al comercio, sino comerciar partiendo de la base de que aquello que se pueda producir en el mercado doméstico y con recursos y materias primas propias, no se importa.
La autosuficiencia económica se entiende como base de la soberanía política.
La presa tiene importancia dentro de la satisfacción de las necesidades energéticas del país, aspecto que Corea no ha llegado a cubrir plenamente desde la liquidación de la Unión Soviética en 1991.
Quitarle tierras al mar va en la línea de la autosuficiencia y seguridad alimentaria, objetivo prioritario para un país donde más del 80% del territorio está cubierto de montañas o bosques. En Corea, cada centímetro cuadrado de tierra se utiliza de forma intensiva: con abonos naturales y químicos, mediante el uso de maquinaria agrícola y en sistema de doble cosecha anual.
Otro ejemplo que me llamó la atención fue el acero “jucheano”. El acero requiere hierro y la combustión de carbón de coque, que escasea en Corea. Esto ha supuesto un problema constante desde hace dos décadas, con la producción interrumpida a intervalos cuando no se conseguía importar carbón, debido al bloqueo imperialista.
Pues bien, tras un tiempo de investigaciones, Corea ha desarrollado una nueva forma de producir acero, basada en recursos que abundan dentro del país, lo que ha permitido desde el año pasado alcanzar cifras que no se recordaban desde 1991. Esta es la línea que sigue el país en todos los sectores y, en cierta manera, el “secreto” que permite que, aislados y agredidos, puedan estar llevando a cabo un ambicioso plan de desarrollo por sí mismos.
Por la tarde, visité el Museo de la Victoria en la Guerra de Liberación de la Patria o, resumiendo, el Museo de la Guerra de Corea.
La Guerra de Corea sigue levantando ampollas y creando controversias con mucha actualidad dentro de la Península. Corea del Sur tiene un gran problema y es que, históricamente, su existencia no se justifica. La existencia de una Corea separada al sur del paralelo 38 solo se entiende como producto del desembarco de tropas norteamericanas tres semanas después de que la Guerra contra Japón hubiese terminado y cuando Corea ya había sido liberada por las tropas soviéticas y por los propios coreanos.
Si Corea del Sur no es producto de la liberación de Corea, entonces, ¿cómo justificarse? La Guerra de Corea tiene bastante que ver con esto. A pesar de que ha pasado el tiempo reglamentario, hay papeles sin desclasificar en Estados Unidos sobre este asunto y es que, las heridas de la Guerra de Corea no han cicatrizado. Entre otros motivos, porque sus causantes siguen en bases militares a escasos kilómetros de Seúl. Reconocer la culpabilidad en el inicio de un desastre de más de 2 millones de muertes podría ocasionar un terremoto político al sur del paralelo 38. Por eso, se siguen manteniendo en pie algunas deformaciones históricas y mentiras que en el caso de otras guerras donde intervino Estados Unidos, como Vietnam o China, ya no son necesarias, ya que esos conflictos no perviven.
Estados Unidos no puede revelar su papel en el origen de la Guerra y a Corea del Sur no le interesa que se sepa, ya que su única legitimidad histórica viene dada por el anticomunismo militante, alimentado por el odio creado entre 1950 y 1953.
¿Cuál es el papel de Estados Unidos? Buena parte de las figuras clave de su gobierno del momento, pasaron por Corea del Sur durante los meses, semanas y días anteriores al “Día D”. Dulles, Secretario de Estado, furibundo anticomunista y jefe de la United Fruit Company, estuvo en Corea durante la semana anterior al comienzo de la guerra.
Visitó la frontera para revisar los preparativos de la guerra y dio un discurso en el Parlamento de Seúl, en el que afirmó que Estados Unidos daría todo el apoyo moral y material necesario para la lucha contra el comunismo en Corea. Esta frase tiene un sentido inmediato y otro intuitivo. El inmediato es moralmente repugnante, ya que significa el apoyo total al régimen derechista de Sygman Rhee en Corea del Sur, en su lucha contra los comunistas, los independentistas y cualquier persona del ámbito progresista (sindicalistas, organizaciones de mujeres, organizaciones estudiantiles, campesinos,...), lucha en la que hoy se calcula que perdieron la vida más de 100'000 personas sólo en el periodo 1945 – 1950. El otro sentido, es el apoyo a la “marcha al norte” que Sygman Rhee llevaba proclamando 5 años y que quería decir la invasión armada de Corea del Norte.
Los días previos al inicio de la Guerra, las familias de los soldados norteamericanos fueron evacuadas de Corea. ¿Cómo sabían que una guerra iba a comenzar, más que si la iban a comenzar ellos mismos?
Todas estas cuestiones se tratan de responder en el museo, gracias a la cantidad de material confiscado a Estados Unidos y Corea del Sur durante la toma de Seúl por las tropas norcoreanas. También puede verse material de guerra real, incluyendo tanques y aviones de ambos bandos. El primer T-34 que entró en Seúl está expuesto en una de las salas.
Tras el Museo de la Guerra de Corea, cancelamos la visita al Barco Espía Pueblo, ya que no nos daba tiempo a realizar esa actividad y llegar a tiempo para el Circo de Pyongyang.
El Barco Espía Pueblo es un barco norteamericano que en 1968 fue apresado por tropas norcoreanas, al haberse infiltrado en sus aguas territoriales. Durante once meses, se mantuvo un pulso en el que Estados Unidos llenaba Corea del Sur de armas nucleares y preparaba un segundo Vietnam y Corea del Norte sólo pedía dos cosas: reconocimiento del espionaje y disculpas oficiales por parte del Gobierno yanqui. A cambio de eso, devolvería sana y salva a toda la tripulación, como así hizo, cuando por primera vez en su historia, Estados Unidos pidió perdón por sus “acciones militares contra otro país”. El barco permanece en las aguas del río Taedong, en Pyongyang, como símbolo de la dignidad nacional que Corea ha recuperado con su Revolución.
El circo fue, simplemente, espectacular. Una excelente orquesta ambientaba con música en directo un espectáculo de una hora y media en el que trapecistas, cómicos, culturistas, acróbatas,... nos deleitaban con puestas en escena que dejaban la boca abierta. Una auténtica pena que no dejaran grabar el espectáculo, porque realmente merecía la pena. Es uno de esos tesoros que Corea esconde y que el mundo entero debería conocer. Alguno de sus números, de hecho, ha recibido galardones internacionales de oro, como el del 21º Festival de Roma.
Cualquier palabra con la que intente describir lo que vi no haría justicia al espectáculo, así que sólo me referiré a uno de los números cómicos. En él, los personajes eran un oficial surcoreano y dos soldados rasos. El oficial pregunta a los soldados por los rumores que circulan entre la tropa sobre el Cheonan y los soldados le dan largas, pero el oficial se da cuenta y les pega. Pero poco a poco, los soldados van diciendo cosas, aunque cuando les escucha el oficial, dicen algo que suena parecido, pero que cambia totalmente el sentido. Algunas de las frases tienen mucha miga, como cuando afirman: “Qué raro que murieran 47 soldados y ningún oficial” o “¿Ese día todos los oficiales tenían el día libre?” o, tras serles arreados sendos bofetones “¡Qué gran vida militar nos ofrece la democracia!”.
El público -fundamentalmente adolescentes, aunque también familias, grupos de amigos de alrededor de 30 años y una gran cantidad de soldados uniformados- se reía y aplaudía muchísimo. Se ve que algo de ironía no está de más a la hora de hablar de política en la Península Coreana.
A la vuelta, en el coche, iba hablando con Kimsita y Kimsito cuando en la radio empezaron a poner una canción que todos conocíamos. La empezamos a tararear y, por enésima vez desde que estoy en Corea, me dijeron que tenía muy buena voz para cantar, afirmación claramente alejada de la realidad. En cualquier caso, ésta está siendo una de las muchas sorpresas de este viaje.
Hablando de otro Kim, me referiré ahora al Kim que dirige actualmente el país. En concreto, a uno de los aspectos que más se repite en el exterior de Corea: el culto a la personalidad.
No me voy a extender en aspectos ya conocidos, como el papel que han jugado en la Revolución, la Guerra y la construcción del socialismo; o el papel que asigna la cultura asiática a los líderes. Tampoco voy a perder tiempo desmintiendo que la admiración y llegue a cotas tan exageradas como se afirma, aunque a algunos les sorprenderían datos que puedo ofrecer, como que en toda Corea apenas existen dos estatuas de él y que no existen pines con la cara de Kim Jong Il y otros aspectos que sí suceden con su padre.
Fundamentalmente, quiero referirme a cómo nos manipulan desde los grandes think tanks del imperialismo para pensar en sus claves.
Incluso entre los comunistas y los revolucionarios del Estado Español, asumimos que no podemos ser solidarios con Corea por el “culto a la personalidad” o, si acaso, hay que serlo pero con “reservas”. “Sí, pero...”.
Y digo que nos tienen ganada la batalla porque damos un enfoque totalmente formalista a este aspecto, en vez de centrarnos en las cuestiones de contenido. Cuando los coreanos nos hablan de sus líderes, no están hablando más que de su Revolución, de su pueblo y de su partido. Ellos lo entienden como un todo, que no tiene sentido por separado. Por lo tanto, si tanto nos preocupa, olvidémonos de cómo nos expresan ellos las ideas y vayamos al contenido.
Por ejemplo, cuando los coreanos nos dicen “El camarada Kim Il Sung impulsó la creación de un sistema de enseñanza obligatoria socialista de 11 años”, quieren decir lo mismo que cuando los cubanos dicen “Uno de los grandes logros de nuestra Revolución es el sistema educativo, público, universal y gratuito.”
El imperialismo nos tiene ganada la batalla, porque cuando leemos la anterior frase, nos quedamos con que mencionan a Kim Il Sung -la forma- y no con el contenido real. Asumir el hecho de la diferencia y de que su Revolución es suya, quiere decir que tenemos que respaldarles, no en función de si aquello que hacen -y cómo lo hacen- es aplicable en nuestro propio proyecto -como parece que hacen algunos comunistas. Valoremos sus logros en función de la situación de Corea y asumamos que -a priori- para los coreanos su líder tiene una importancia capital en su Revolución. Y esto no quiere decir que eso nos agrade o deje de agradar.
En general, en mi opinión, cuando pensamos en un líder político no debemos pensar en claves formalistas -cuánto culto se le aplica- sino de contenidos -qué proyecto político están impulsando- y, desde este punto de vista, Kim Il Sung y Kim Jong Il han sido positivos para la Revolución Socialista en Corea. Es más de lo que muchos líderes socialistas “sin culto” pueden decir.

Juan Nogueira López


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